Soy José y esta es mi cuarta entrada.
En las guerras, como en el tennis, hay juegos que se convierten en sets, que se convierten en match. Aunque no soy un experto en el "deporte blanco", aprecio en éste lo aguerrido que se tiene que ser para jugarlo, la preparación física que se debe de tener para soportar un partido, y la capacidad mental de los participantes para, con el pasar de los juegos, tener clara en la mente la estrategia para lograr la victoria -o, en su defecto, soportar una derrota.
Esta última, la fijeza psíquica del jugador, es la que más me llama la atención.
Y es que jugar tennis es como embarcarse en una guerra; pues, para combatirla, se debe de tener todo eso: una sed de victoria, una lozanía en el(los) cuerpo(s) que combatirán y un definido mapa mental que, a pesar de los avatares propios de las batallas, nos diga el camino para conseguir la victoria -o, en su defecto, saber qué hacer si se pierde.
Hamid Karzai, presidente de la República Islámica de Afganistán, ha demostrado ser un mal jugador. Hace dos días, lloró en una conferencia de prensa, pidiendo a los terroristas (talibanes en su mayoría) que frenaran la violencia. Evocó, para mayor dramatismo, la figura de su hijo Mirwais, de 3 años de edad; y sollozó un "quiero que estudie aquí...", dejando entrever que, si la violencia siguiese, se vería obligado a manda a su hijo al extranjero, cosa que no anhela pues le gustaría que creciera en su tierra natal.
Karzai ha perdido ya lo que tal vez sea lo más valioso en un jugador: su poder mental. Si bien nunca ha sido un aguerrido, siempre ha trabajado con las milicias de los países que batallan en la actual guerra de su país. Estados Unidos, el poder militar más grande del orbe, es, nada más y nada menos, el proveedor principal de armamento y poder humano para esta guerra; así que no se puede quejar de que no tiene un cuerpo lo suficientemente fuerte para dar una buena lucha. Sin embargo, en su mente no esta clara la idea de la victoria. La ve lejana, y con justa razón, pues las muy recientes elecciones para el Wolesi Jirga (la cámara baja del congreso afgano) mostraron un índice de violencia apabullante. Por otro lado, no es justificable que el líder del gobierno rompa en lágrimas de derrota, enfrente de un pueblo al que se le va de las manos la esperanza de tener una mejor nación. Lo único que demostró con su llorar es que no es capaz de visualizar una salida avante de esta batalla, o que, simplemente, no sabe cómo ha de salir de en lo que se ha enfrascado.
¿Qué pasaría si Djokovic empieza a llorar mientras juega aún el 2do set contra Nadal, y va perdiendo? ¿Acaso no se le daría por perdido? La respuesta es sí, pues se le consideraría falto de convicción y control. Un gobernante, en situaciones extremas, tiene que guardar el mismo temple que el jugador en dificultades o posición poco ventajosa.
Si todo fue un acto, lo de los sollozos y las lágrimas, qué bajo ha caído el presidente afgano. Mas todo este escrito ha funcionado sobre la premisa de que no lo fue.
Sólo resta ahora ver qué hará Karzai para reasegurarle a su pueblo la confianza en esta encrucijada para vindicar a su nación. Ojalá y no sea muy tarde, y entienda que, como recita el adagio, "el que llora, pierde".
Aside
Ojalá y no nos toque ver a nuestro presidente en la misma situación.
[Exeunt Me]
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